Mi querida Cuna Grande:
¡Hola! ¿Cómo estás? Espero que al recibo de estas líneas aún me sobrevivas.
Siempre te destacaste por la gran mata de mango plantada al fondo, en donde estaba el corazón de la “manzana”, donde todos te veían y vigilaban con ojos codiciosos, especialmente en esta época del año. Atentos los vecinos cercanos y lejanos, prontos a saltar la tapia y robarse alguno de tus frutos y también dispuestos a tocar el timbre con gran insistencia para completar la remesa de jugosos mangos, dulces como las sonrisas de los que obtenían, de una forma o la otra, la anhelada presea.
Al frente ostentabas un gran tinajón, símbolo del origen de la dueña de la casa, del cual brotaban rojas florecitas desaliñadas escapándose de su boca, aunque en ocasiones en que el agua y las fuerzas para cultivarlas escaseaban, también se convirtiera en la maternidad felina del barrio. Unas cuantas camadas de mininos hicieron sonreír a mi madre.
No recuerdo haber dormido en una cuna pequeña, solo te recuerdo completa.
Toda la ¿casa?, desde la acera hasta el traspatio, fue mi Cuna Grande, donde lloré, reí, comí, estornudé, defequé, bordé sueños, suspiré por amores, me entristecí con desamores, acuné a mis hijas. Allí escuché por primera vez los pasos de mi padre cuando caminar empezaba a dolerle, enseñé a bailar a mis hijas, hice sufrir a mis padres, estudié, amé, limpié los pisos, lavé la ropa, cargué a mis primeros sobrinos, conversé con los vecinos, escuché a mi madre hablar de los encajes de su madre que me enseñaba con nostalgia , vi a mi hermana engalanarse para ir a una fiesta, tuve amigas, acompañé a mis padres durante el letargo final.
En mi Cuna Grande dejé de hacerme pipi en la cama, aprendí a querer a la familia y a disgustar a mis padres; canté, salté y bailé; me sentí Fea y me sentí Linda, amada y rechazada; conocí de religión, moral, política, geografía y biología, ... Pensé que 1+1 siempre era igual a 2, hasta que a fuerza de trastazos descubrí que había algo en el medio, como el gris, entre el blanco y el negro. Descubrí que mientras más aprendía más ignorante era. Aprendí a acertar y descubrí mis errores.
En esa misma Cuna Grande - fortaleza y refugio forjado minuto a minuto por mi padre y mantenida ordenada y adornada por mi madre-, cumplí también el Primer TA (treinTA) y también el Segundo (cuarenTA) y más, pero no llegué al Tercero (cincuenTA) porque quise ampliar la Cuna Grande para mis hijas y no podía agrandarla ni conservarla, así que abrí la gran puerta, suspiré profundamente y salté de mi Cuna Grande, la abandoné a ella que tanto me protegió y me lancé a un mundo sin cuna, llevando solo la mente, el corazón y las manos, pero era lo necesario, encerraba todo lo que se originó, se desarrolló y evolucionó en mi Cuna Grande.
Los pisos, la temperatura, los olores y las rejas, todo desde el tinajón hasta la mata de mango me acompañan en la vida; mi Cuna Grande no me abandonó. Antes vivía dentro de ella; ahora ella vive dentro de mi y yo acuno mi cuna. Me siento privilegiada de haber vivido en mi Cuna Grande porque aún, y gracias a ella, disfruto el atardecer del día y de la vida donde quiera que me encuentre.
Hasta siempre,
Tu sabes quién
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